domingo, 25 de agosto de 2013

"Stepanchikovo y sus moradores", de Fiódor Dostoievski

Stepanchikovo y sus moradores, de Fiódor Dostoievski (El Aleph, 2010)

Título: Fiódor Dostoievski
Autor: Stepanchikovo y sus moradores
Género: novela/literatura rusa
Primera edición: 1859, con el título
Село Степанчиково и его обитатели, Seló Stepánchikovo i yegó obitátyeli)
Edición comentada: El Aleph Editores, del Taller de Mario Muchnik, 2010

Dostoievski ha pasado a la Historia de las Letras como el gran maestro ruso decimonónico que desgranó con gran talento tesis sesudas sobre la humanidad (filosóficas, religiosas, sociológicas, políticas, etcétera) en novelas ambiciosas como Los hermanos Karamazov o Crimen o castigo. Se nos dice por activa y por pasiva que es uno de esos escritores irrenunciables a los que debemos leer aunque su propuesta narrativa nos exija un gran esfuerzo intelectual. Esa es precisamente una de sus grandes virtudes: poner el intelecto al servicio de la narración, o viceversa (si se prefiere).
Y, sin embargo, esa complejidad intelectual es una losa para ciertos lectores. Iniciarse en Dostoievski a partir de sus obras más sobresalientes y profundas (Los demonios, Diario de un escritor, El idiota o las dos citadas antes…) podría no dar los frutos deseados.
Dos son las novelas que yo recomendaría para romper el hielo: El jugador y Stepanchikovo y sus moradores (publicada en algunas ediciones con el título Stepanchikovo y sus habitantes). Sobre El jugador, una de sus obras más conocidas, se han escrito –como se suele decir– ríos de tinta. De la segunda nadie parece acordarse, tanto que muchos lectores –lectores de Dostoievski incluidos– apenas saben de su existencia. 
¿Por qué? Lo diré: Stepanchikovo y sus moradores es uno de los libros menos dostoievskianos de Dostoievski, algo que Mario Muchnik se encarga de indicar en la contraportada de la edición que hoy comento, publicada en 2010 por El Aleph, en su colección Modernos y Clásicos/Clásicos Rusos. ¿Y en qué se basa esa atipicidad? En su (falsa) ligereza unida a su amenidad. Stepanchikovo y sus moradores es quizá la novela más divertida de Dostoievski, y supongo que por eso mismo, por extraño que pudiera parecer, una de las menos conocidas. (Dostoievski escribió un ciclo de tres novelas humorísticas, influidas por La commedia dell´Arte. Una de ellas es precisamente Stepanchikovo y sus moradores; las otras dos son El sueño del tío y Una historia enojosa).
Antes que nada me siento obligado a decir que es una novela que se lee casi como una obra de teatro. No en vano, al final del libro podemos leer un Dramatis Personae que incluye veinte personajes, de los que destacamos tres: el bonancible e ingenuo Yégor Ílich Rostañev, su sobrino y narrador de la historia Serguéi Aledsándrovich, y el malhumorado, impertinente e insoportable Fomá Fomich, antiguo bufón con aspiraciones literarias que por capricho del destino acaba autoerigiéndose –con el aplauso de quienes le rodean– en dueño y señor de la casa, ubicada en la aldea Stepanchikovo. 
Narrada a modo de sainete, la novela retrata con gran pulso narrativo y un ritmo que nunca decae a una caterva de personajes que a duras penas –a excepción quizá del narrador– mantienen el tipo. Inocentes, envidiosos, blandos o autoritarios, unos y otros escenifican una comedia de enredo que evidencia la fragilidad de los valores morales y la ausencia de una sólida preparación intelectual de gran parte de la sociedad rusa del siglo XIX. (Al margen de provocar hilaridad, estos veinte personajes son tan diferentes entre sí, que podríamos considerarlos un friso aceptable de la sociedad de la época). 
El argumento es aparentemente sencillo: el coronel retirado Yégor Ílich Rostañev le escribe una carta a su sobrino en la que le ruega que le haga una visita a Stepanchikovo. Hasta ahí lo sencillo. Luego el asunto se enreda, porque la intención del bondadoso tío es que su sobrino se case con su niñera, una joven de la que el propio tío está enamorado aun sin saberlo. Pero si está enamorado de ella, ¿por qué trata de concertar ese matrimonio? Básicamente porque, como digo, él no es consciente de esa pasión. He aquí otro de los hallazgos narrativos de Dostoievski, al insertar el elemento del subconsciente antes incluso de la llegada de Freud. (Recordemos que el escritor ruso murió en el mismo año en que el psicoanalista vienés se graduaba como médico: 1881). 
A partir de aquí se ponen en marcha una serie de enredos, incomprensibles quizá para algunos lectores del siglo XXI, en la que un grupo esperpéntico de personajes volubles (tienden a cambiar de opinión, y uno de ellos, la generala, no hace más que desmayarse cuando no le gusta lo que ve) se manifiestan en todo su esplendor, traicionados por sus propias motivaciones e intereses. 
Pero si interesante es el personaje del coronel (que recuerda al papá Goriot de Balzac), más aún lo es Fomá Fomich, a quien Muchnik se atreve a retratar como el “protagonista más odioso de la literatura mundial”. Cómo un ser tan atrabiliario, tan cargado de defectos, es considerado un dechado de virtudes por muchos de quienes le tratan, es una pregunta que se hará el lector durante toda la novela. 
No desvelo más. Repetiré lo ya dicho: Stepanchikovo y sus moradores es una novela gozosa. En ella no encontraremos el mismo grado de digresiones sesudas a las que Dostoievski nos tiene acostumbrados, pero el buen pulso narrativo lleva su firma. Intuyo que algunos lectores no conseguirán comprender las fuerzas subterráneas que mueven los hilos de los personajes de Stepanchikovo, y se perderán por tanto la esencia de la propuesta narrativa del libro. Sin embargo, otros lectores (y aquí me incluyo) leerán la novela con una sonrisa en los labios de principio a fin y llegarán a la convicción de que la literatura del siglo XIX no sería la misma sin el desvergonzado Fomá Fomich, una criatura repulsiva con la que, intuyo, incluso el atormentado Dostoievski debió de pasar un buen rato. 


Francisco Rodríguez Criado es autor de novelas como Mi querido Dostoievski (La Discreta, Madrid, 2012)

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